UN DÍA COMO HOY. Luis Villamizar
Por Costanza De Rogatis
El término happening fue acuñado por Allan Kaprow en 1959, para describir una serie de acciones en las que la obra se conformaba enteramente a partir de la respuesta del público a una premisa dada por el artista, de modo tal que lo allí generado se desarrollase como acontecimiento en un “sucederse”, en un “ocurrir” en el momento y lugar específicos de la acción. Así, la búsqueda fundamental del happening, era la de generar una situación en la que los límites entre arte y vida se disiparan, cuestionando la noción moderna de obra en tanto producción objetual a través de una representación efímera.
Esta estrategia, frecuentemente abordada por los conceptualistas durante la década de los sesenta y setenta del siglo XX, signa Un día como hoy, acción desarrollada por Luis Villamizar en 1975 en el Boulevard de Sabana Grande, tanto por su duración –pues fue pensado como acontecimiento para ser escenificado sólo por un día– como por la interpelación al espectador –en este caso, los transeúntes de un espacio público– buscando evidenciar una contradicción entre lo representado y el entorno en el que se encontraban, para generar en ellos una reflexión.
Villamizar apela en Un día… a la recreación de una situación ficticia que sin embargo hace referencia a una realidad que iniciaba a hacerse común en muchas zonas de la Caracas de entonces –realidad tristemente agravada en la Caracas de ahora–: personas que, despojadas de hogar y bienes, se ven forzadas a vivir en situación de calle. La ciudad empezaba a mostrar el agrietamiento de sus estructuras sociales y de su infraestructura, ante su imposibilidad de acoger y dar respuesta a la necesidad creciente de la población que –en busca de trabajo– se desplaza desde centros menos poblados del interior del país hacia la capital.
El artista propone entonces, evidenciar el transitar ensimismado –incluso indolente–de los caraqueños y su inacción ante el cuerpo de un otro tendido a sus pies, estructurando una simulación: construye un bulto con forma humana, utilizando empaques de sacos de azúcar refinada, y lo emplaza el día de la acción sobre el pavimento del boulevard, escondiendo en su interior un reproductor de audio, en el que con anterioridad había grabado su propia voz fingiéndose enfermo, solicitando la atención de los posibles pasantes para pedir algún tipo de ayuda –“una limosna”, “un bolívar”–, dirigiéndose a ellos para lamentarse por el problema de la basura o los huecos en la ciudad. Villamizar observa a poca distancia qué efecto tiene su interpelación en los transeúntes, y responde a las preguntas de los curiosos que lo interrogan. Realiza esta acción tres veces ese mismo día, en diversos puntos en Sabana Grande.
Si bien Un día como hoy en tanto happening, se conforma a partir de la interacción con los caminantes y sus límites se determinan según la reacción a la propuesta del artista que plantea la premisa; en tanto representación nos muestra un desdoblamiento que se efectúa paralelamente: el alter ego de Villamizar en papel maché, frente a su yo testigo de la escena; su voz grabada que interpela, frente a su presencia en carne y hueso que fotografía a las personas que atienden al llamado de su palabra.
Esta autorrepresentación que se emplaza en lo público para hablar de él y de otros, aparece de nuevo en la operación que efectuaría un año más tarde en un edificio por demoler en Quebrada Honda, Suicidio, con la que escenifica su propia muerte. El artista que se pregunta a sí mismo, y a los demás, por qué la ficción resuena más que la propia realidad.
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