Lamis Feldman y el paisajismo
Por Rigel García
Lamis Feldman incursionó en la práctica del paisajismo durante los años sesenta. A lo largo de las siguientes dos décadas continuaría llevando a cabo el diseño y el mantenimiento de jardines para residencias privadas e instituciones en Caracas, así como la decoración con plantas en espacios interiores de oficinas. Esta faceta resulta coherente con su producción en esmalte sobre metal, caracterizada por una profunda identificación con la naturaleza y sus modos de expresión. En sus piezas, esta singular afinidad es evidente no sólo en un nivel conceptual y formal, sino en la comprensión del proceso creativo como diálogo respetuoso con la materia y como ámbito de emergencia espontánea de energías universales. Es lógico pensar que la jardinería fuera para ella otra vía para concretar el intercambio con esas fuerzas vitales a través del trabajo con algunos de sus seres más entrañables: las plantas.
Feldman señala que sus motivaciones en torno a esta labor fueron producto del devenir de la existencia, aunado a “la emoción de descubrir diversas y extraordinarias plantas que no conocía”[1]. Recuerda haber estado en contacto con el reino vegetal desde la infancia, pues en su hogar en Maracaibo cada miembro de la familia se ocupaba de una parte del terreno en la que podía cultivar lo que quisiera: árboles frutales, verduras comestibles, etc. Ella sembraba flores y solía adquirir sobres con semillas de la marca Burpee en Numa P. León, una casa importadora de larga tradición en la capital zuliana que vendía gran variedad de mercancías. Durante un período de residencia en Bogotá, aún siendo niña, Feldman aprovechaba los paseos familiares fuera de la ciudad para recoger, en los bosques cercanos a las carreteras, plantas suculentas y musgos con los que luego creaba pequeños paisajes en materos de arcilla.
Al igual que con la disciplina del esmalte, el acercamiento de Lamis Feldman al paisajismo fue autodidacta y empírico. Teniendo como principal referencia a la “Natura, mi extraordinaria Mentora”[2], adquirió sus conocimientos a través de la investigación constante en libros sobre botánica y jardinería que le permitían comprender el comportamiento de las diferentes especies. Feldman trabajó exclusivamente con plantas vivas, autóctonas y foráneas, que escogía de acuerdo a las características del espacio a intervenir, partiendo siempre de un estudio profundo y del respeto por la pauta que cada ejemplar podía dictar. Este proceso de apertura de Lamis es análogo en sus esmaltes, en los que la rigurosa investigación técnica era acompañada por una suerte de rendición a las impredecibles reacciones del metal ante el fuego.
Feldman desarrolló gran parte de sus diseños para jardines de manera independiente. Para otros, trabajó en colaboración con Gabriel Hernández quien, para esa época, gerenciaba el vivero “Floripondia”, ubicado en Los Palos Grandes, Caracas y, además, poseía gran experticia y sensibilidad en el paisajismo con rocas[3]. Un reportaje que la revista Pandora dedicó en 1984[4] a la casa de Marion Cisneros alude a la metodología de trabajo in situ de los dos paisajistas, que les permitía establecer un sentido en el espacio para cada ejemplar: en este caso, la cualidad cromática de una determinada planta en el jardín buscaba llamar la atención sobre el color del sofá en el interior de la vivienda. Por otra parte, gracias a la recomendación del arquitecto Edmundo Díquez, Feldman se hizo cargo del diseño y mantenimiento de las plantas en las oficinas de la cadena televisiva Venevisión, ubicadas en Los Caobos y el Centro Comercial Paseo Las Mercedes, Caracas.
Entre los proyectos de Lamis para instituciones públicas destaca el rediseño del jardín del patio central del Museo de Bellas Artes de Caracas, llevado a cabo a inicios de los años setenta[5] a solicitud de su director Miguel Arroyo. La propuesta de Feldman incluyó sembrar junto al estanque de agua un árbol del género Callistemon speciosus, comúnmente llamado cepillo o limpiabotellas, cuyas largas ramas penden hacia abajo dándole el aspecto de un sauce llorón. Este árbol sustituyó a un balso –Ochroma pyramidale– que había estado allí desde principios de los 60 y que para el momento llegaba al fin de su ciclo vital[6]. Feldman también decidió retirar una serie de plantas y arbustos que poblaban el patio de manera dispersa; en lugar de ello, optó por una superficie despejada y cubierta de grama que resaltase el árbol de cepillo, el estanque con carpas rojas y nenúfares, y las esculturas; todo ello dentro del marco ofrecido por la característica columnata del edificio. Únicamente plantó, al pie del árbol, un pequeño conjunto de petunias de distintos colores.
En una fotografía sin fecha proveniente del Archivo CINAP-GAN se pueden observar el árbol de cepillo de pequeñas dimensiones, papiros en el estanque y plantas bordeando este último; sin embargo, el registro corresponde a un momento posterior. Feldman asegura que, por el tamaño del árbol en esa imagen, esta fue tomada varios años después de su plantación; de igual modo, sostiene que las plantas dispuestas alrededor del estanque y al pie del árbol no se corresponden con el proyecto que llevó cabo. La imagen captura, entonces, una modificación del paisajismo, quizás pasajera, antes de retornar a la propuesta inicial de Feldman. Otra fotografía, esta vez del año 2000, proveniente del mismo archivo refleja en gran medida, según la artista, su diseño original. Más allá de las ligeras modificaciones sufridas en términos de adición o sustracción de elementos, el evocador conjunto permanece hasta hoy como uno de los espacios más emblemáticos de Caracas, en el que la simplicidad de las formas naturales dialoga de modo acertado con la arquitectura de inspiración neoclásica diseñada por Carlos Raúl Villanueva y con las esculturas de la colección.
Alrededor de 1994, Feldman haría otra intervención paisajística en el mismo edificio, que para ese momento funcionaba como sede temporal de la Galería de Arte Nacional[7]. Acompañada de Gabriel Hernández, ejecutó la reconfiguración del Jardín de los Petroglifos, ubicado en el patio interno de la parte posterior del inmueble y donde reposa hasta hoy este conjunto de piezas arqueológicas[8]. Respetando las palmas y árboles que ya se encontraban en el lugar, el trabajo consistió en reorganizar los petroglifos de manera coherente[9], podar y extraer plantas que producían saturación visual y añadir algunas especies de menor dimensión en diálogo con otras preexistentes. De igual modo, se introdujo canto rodado en las caminerías a fin de vivificarlas y generar un contrapunto con los grandes peñascos tallados. El manejo acertado de estos elementos otorgó al espacio una particular fusión de austeridad y exhuberancia.
Al igual que en gran parte de su producción en esmalte, Lamis admite cierta influencia oriental en sus jardines, visible en una inclinación por los espacios vacíos, el uso reiterado de piedras y el énfasis en la personalidad de determinados ejemplares (en ocasiones uno solo, como en el patio central del Museo de Bellas Artes). La búsqueda de la experiencia estética a través de la simplicidad se inserta también, de algún modo, en las premisas del paisajismo modernista, introducido en Caracas a través de experiencias como la Ciudad Universitaria y el Parque del Este. Grandes planos de follaje, puntos de atención asimétricos y una permeabilidad en las relaciones interior-exterior son algunas de las características de este enfoque en su uso de la vegetación como elemento configurador del espacio.
La coherencia con que Lamis Feldman implementó su filosofía vital y creativa tanto en el esmalte sobre metal como en el paisajismo hace que, en ocasiones, la consideración de una de estas prácticas facilite la comprensión de la otra. No faltan ejemplos del modo en que la artista buscó unir ambos mundos, como en la exposición individual Arte natural, inaugurada en diciembre de 1979 en la Librería Cruz del Sur, Caracas, y en la que presentó 37 plantas al modo de “esculturas vegetales”. Mediante podas y cuidados específicos, Feldman trabajó cada ejemplar hasta configurar pequeños paisajes o formas escultóricas naturales, advirtiendo que su propuesta se alejaba de la técnica japonesa del bonsái. Desde aquí, la consideración de estas piezas como “objetos vivos” entrañaba la reflexión –recurrente en la obra de Lamis– acerca de lo que es orgánico en el proceso creativo y el modo en que éste no es tanto un hacer, sino un participar con fuerzas tan autónomas como inesperadas.
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[1] En conversación con la artista, 22 de septiembre 2024.
[2] Correspondencia electrónica con la artista, 22 de septiembre 2024.
[3] Feldman recuerda haber conocido a Gabriel Hernández un día que pasó frente al vivero y le llamaron la atención los arreglos de bonsái de su propia creación que podían verse a través de la vitrina.
[4] Diana Kauffman de Miller. “Una casa con estilo”. En: Pandora [revista de El Nacional], no. 107, Caracas, 14 de julio 1984, s.p.
[5] Feldman indica que trabajó en este paisajismo en el año 1971, con miras a la visita que el Sha de Irán Mohammad Reza Pahlavi y su esposa Farah Diba harían al museo en el marco de su visita a Caracas. Este evento protocolar, sin embargo, tuvo lugar en 1975. No queda claro si la visita estaba planificada para llevarse a cabo tiempo antes, lo que motivó a Arroyo a hacer los cambios señalados; o si, por el contrario, fue pospuesta y sólo se concretó cuatro años después.
[6] En 1961, bajo la dirección de Miguel Arroyo, se había llevado a cabo la primera modificación del patio central del MBA. Hasta entonces, un piso -presumiblemente de cemento- ocupaba toda la superficie del patio, en el que destacaba el estanque flanqueado por un par de jardineras. El rediseño de Arroyo descartó el piso construido, cubriendo con grama todo el espacio alrededor del cuerpo de agua; incorporó un árbol de balso así como una serie de plantas en diferentes puntos. Completaban el conjunto algunas esculturas de la colección del MBA, entre las que se encontraban La ciudad de Alexander Calder y El sacrificio de Jacques Lipchitz.
[7] Según lo establecido en 1976 por la Comisión de Artes Plásticas del CONAC, en febrero de 1977 el Museo de Bellas Artes entregó en préstamo temporal su edificio neoclásico a la naciente Galería de Arte Nacional (creada en 1974) mientras se materializaba una sede propia para ésta. El MBA pasó entonces a ocupar los espacios de su ampliación o nueva ala. La restitución al MBA de su sede original tuvo lugar en diciembre de 2008, cuando los avances en las obras del edificio de la GAN en la avenida Bolívar posibilitaron su mudanza.
[8] Los petroglifos del Guri provienen del lecho del río Caroní, estado Bolívar, y llegaron al MBA en 1970 como parte de una operación de salvamento de arqueología y fauna llevada a cabo en 1968 en el marco de la construcción de la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni (hoy Simón Bolívar), conocida como Represa del Guri. Ese mismo año se exhibieron en una sala del museo, y más tarde fueron ubicados en el citado jardín de forma permanente.
[9] Según Feldman, las piedras ya se encontraban en ese jardín pero en una disposición casi aleatoria. La reubicación buscó dar mayor sentido al conjunto dentro del espacio y brindar una idea de recorrido.
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Documentos _ Archivo Lamis Feldman y Archivo Cinap – Galería de Arte Nacional:
“Arte natural de Lamis Feldman” en El Nacional, Caracas, 13 de diciembre 1979, C-29.
Buznego, Henrique. “Los secretos vegetales de Lamis, la jardinera”. En: Pandora [revista de El Nacional], no. 50, Caracas, 28 de mayo 1983, pp. 38-39.
“Lamis Feldman y sus esculturas vegetales”. En: El Diario de Caracas, Caracas, 12 de diciembre 1979, p. 32.
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