GRRR… Carlos Zerpa
Por Rigel García
La violencia como conducta intrínseca del ser humano, como atributo urbano insalvable y, más allá, como lenguaje plástico, fueron las premisas del cuerpo de trabajo que Carlos Zerpa mostrara en su exposición individual Grrr…, inaugurada en el Museo de Bellas Artes[1] de Caracas en 1985. El conjunto respondía en gran medida a su estancia en Nueva York (1982-1984), durante la cual había realizado estudios de técnicas gráficas en el Art Students League, al tiempo que recibía la influencia tanto de artistas estadounidenses –especialmente neoexpresionistas– como de la especificidad sociocultural de esta gran urbe. La muestra estuvo conformada por 106 obras en una variedad de medios que, de algún modo, daba cuenta de muchas de las investigaciones de Zerpa hasta el momento: dibujos, pinturas, ensamblajes, objetos tridimensionales, vitrinas, fotografías, antijoyas, armas arrojadizas, una pieza de cine-performance –Über Carlos–, grabado en Super 8 junto a Víctor Cadet, ambientaciones (algunas habían servido de escenografía para el citado film), y el impreso Bondage Suspense, un manifiesto sobre la violencia y el cuerpo como arma que, de acuerdo al curador de la exposición, Luis Ángel Duque, estructuraba toda la propuesta: en palabras de Zerpa “todo absolutamente, todo es arma… extensión de la mano… extensión de la intención”. El catálogo de Grrr… –una muestra decisiva en la trayectoria de Zerpa y en el panorama expositivo del país– incluyó textos de Duque, Roberto Guevara y Juan Acha, junto a una entrevista al artista realizada por Leonor Arráiz y una completa lista de obras.
Zerpa ya había hecho aproximaciones al tema de la violencia a principios de la década, con performances en los que utilizaba armas blancas y acometía actos iconoclastas o de autoagresión, así como en reflexiones sobre la violencia soterrada de la manipulación social del sistema. En esta oportunidad, e identificado claramente con la onomatopeya de un rabioso rugido, su abordaje se nutrió de la hostilidad de las grandes ciudades –Nueva York y Caracas–, la estética del sadomasoquismo y la violencia inherente a la humanidad, lo que devino en la elaboración de objetos agresivos como las antijoyas, entendidos como prolongación del cuerpo-arma, y en representaciones de un trazo pictórico salvaje ejecutado directamente con los dedos. Los dibujos recogían todo un catálogo de armas blancas, pistolas, mujeres torturadas, escenas violentas, felinos, retratos y alas temibles; mientras que las pinturas (algunas incorporando objetos y armas) profundizaban en ese imaginario con una espesura onírica inquietante. Ensamblajes como Sólo espero un fuerte viento, un ala compuesta por 186 cuchillos, o las sillas cubiertas de balas completaban esta exploración sin precedentes sobre el universo de la violencia, la tortura y el desafuero en conjunción con temas típicamente zerpianos como la cultura popular, la memoria personal y el imaginario religioso.
Los críticos destacaron en Grrr… el protagonismo del color y la pintura. Esta última no era nueva en la producción de Zerpa, que se había acercado a ella al inicio de su carrera. No obstante, ahora resurgía transfigurada por la retórica vehemente de la propuesta, irrumpiendo en soportes más allá de los convencionales y generando novedosas soluciones como los objetos tridimensionales pintados, las vitrinas como Mi mamá me mima y yo en Capanaparo, con un gran componente pictórico, o las pinturas con objetos adosados. Estas piezas expresaban la vocación objetual de Zerpa junto a una renovada convicción sobre la pintura como lenguaje contemporáneo. Finalmente, Grrr… desplegaba una escala monumental, no sólo en la profusión de obras y el abigarramiento de texturas, sino en las grandes dimensiones de los dibujos –algunos concebidos originalmente como bocetos y dos de ellos de hasta 10 metros de largo– y el desbordamiento del espacio expositivo, que supuso que la muestra ocupara espacios externos adyacentes a la sala. Este carácter expansivo y desmesurado operaba, si se quiere, como mecanismo discursivo en sí mismo, metáfora insistente de esa violencia, interna o externa, que siempre es mayor, avasallante, incontrolable.
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Documentos _ Archivo Carlos Zerpa:
-Luis Ángel Duque. “Viaje sin retorno por el catálogo de las obras de Carlos Zerpa” en Grrr… Carlos Zerpa [catálogo de exposición], Museo de Bellas Artes, Caracas, 1985, pp. 17-30.
-Grrr… Carlos Zerpa [invitación], Museo de Bellas Artes, Caracas, 1985.
–Grrr… Carlos Zerpa [cartel], Intar Latin American Gallery, Nueva York, 1987.
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[1] De acuerdo a lo relatado por Zerpa, en principio había sido invitado a exponer en el Espacio Alterno de la Galería de Arte Nacional, Caracas, dirigido por Luis Ángel Duque. Luego de la destitución de éste, el artista retiró su proyecto como muestra de solidaridad. La exposición fue finalmente reprogramada en el Museo de Bellas Artes de Caracas conservando a Duque como curador, gracias a la intermediación de Roberto Guevara, entonces Director Nacional de Museos del Consejo Nacional de la Cultura y a la receptividad de Oswaldo Trejo, director del MBA. En 1986, versiones más reducidas de Grrr…se presentarían en el Museo Francisco Narváez, Porlamar, la Galería Braulio Salazar, Valencia, y el Museo de Barquisimeto; y al año siguiente en la Intar Latin American Gallery, Nueva York.