MEN AT WORK. Luis Villamizar
Por Rigel García
Hay quienes habrán viajado por carreteras en las que ciertas señales de tránsito han perdido su finalidad inicial; carteles que anuncian un puesto de comida que ya no existe o señales de “Hombres trabajando” en prevención de una obra a la que no se llega jamás. La presencia de estos signos abandonados en lo que pareciera ser un no-lugar nos enfrenta con la idea del tiempo y, también, con la de eternidad. Una eternidad en la que esos presuntos lugares o labores continúan aconteciendo en un contexto absurdo: sin público, sin objetivo y sin resultados. Luis Villamizar fue un paso más allá de esta situación con su serie Men at Work (1975-1976), un conjunto de intervenciones en el paisaje natural y urbano en el que la señal de “Hombres trabajando” se ubicaba totalmente fuera de contexto, en lugares donde no cumplía ninguna función y en los que la noción de cualquier faena resultaba un sinsentido.
Villamizar ubicó sus trabajadores en las playas de Tucacas, los Médanos de Coro y el istmo de Paraguaná, en el estado Falcón. La línea de afanosos obreros –doce de ellos, pintados con plantilla sobre soportes de cartón piedra– destacaba, incansable, sobre la inmensidad del paisaje al tiempo que se hundía paulatinamente en el terreno debido a la fluctuación de las arenas. En el contexto urbano, la intervención ocupó uno de los muros de canalización del río Guaire, cercano al puente que conecta la zona de Plaza Venezuela con Colinas de Bello Monte, en Caracas. Aquí, la cuadrilla de obreros –esta vez cuadrícula– contrastaba con la indiferencia del perfil citadino y del caudal al que los personajes podían contribuir poco o nada. Las figuras de Men at Work también formaron parte de la obra Suicidio (1976), ubicándose en la parte delantera de un edificio en ruinas previo a su demolición.
Más que hacer alusión al abandono o a un escenario concreto, Villamizar apuntaba de modo irónico a la experiencia de un esfuerzo infinito y vano: ¿se puede construir (o señalar) algo en un desierto? ¿qué posibilidad tenían los trabajadores de recoger la arena de los Médanos? ¿aspiraban realmente a depositar la tierra dentro del mar? ¿qué clase de labor podía tener lugar en ese inhóspito entramado urbano conformado por puentes, víaductos y desagües? Men at Work operaba como metáfora del hacer de cada quien, a ratos insignificante y a ratos fuera de lugar, empecinado en efectuar un cambio sin tener la más mínima posibilidad y prolongándose de manera perpetua. Con esta imagen nihilista –la confrontación del esfuerzo humano con un escenario inmanejable–, Villamizar daba cuerpo a una reflexión profundamente existencial, combinando dramatismo, sentido del humor y autocrítica.
Al desconcierto generado por la descontextualización de las señales, Villamizar sumó la noción de circularidad. La eterna situación se potenciaba con la repetición serial de la imagen, recurso heredado del cinetismo y que el artista adoptó no sólo como evocador de movimiento sino como recurso de contraste entre abstracción y naturaleza. Estas estrategias son comunes a varias de las propuestas de Villamizar de ese período, en las que solía introducir o “dibujar” sobre el entorno elementos de marcada síntesis gráfica, subvirtiendo la idea del soporte convencional al tiempo que experimentaba otras vías para captar la ilusión de movimiento. En esta confluencia de lenguajes y medios, finalmente, el artista hace aflorar una particular dimensión social y sensible, palpable tanto en la intervención como en el registro fotográfico y de dispositivas. Desde el encadenamiento a nuestra propia condición humana hasta la dependencia (u opresión) generada por cualquier sistema, Men at Work retrata con mordacidad el conflicto personal y colectivo frente a las vicisitudes de nuestro (eterno y aparente) tiempo aquí: son imágenes de indiscutible vigencia frente a circunstancias infranqueables, tramadas por un ejercicio de autoconciencia más que nunca necesario.
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