Maruja Rolando. Espacios vivientes – Salón experimental
Por Rigel García
Al revisar la trayectoria de Maruja Rolando son frecuentes las referencias a su participación en las exposiciones Espacios vivientes y Salón experimental, ambas de 1960 y consideradas hitos fundacionales del movimiento informalista en Venezuela. Poco se sabe de ellas, más allá de que reunieron por primera vez las obras de un grupo de artistas que, desde inicios o mediados de los años 50, se encontraban explorando el lenguaje informal en diferentes puntos del país, en ocasiones sin conocerse entre sí y sin haber tenido la oportunidad de exhibir juntos. Espacios vivientes fue inaugurada en el Palacio Municipal de Maracaibo en febrero de 1960. Entre los organizadores se encontraban Juan Calzadilla, Daniel González, Perán Erminy y Manuel Quintana Castillo, quienes contaron con el apoyo de Josefina y Alberto Urdaneta, activos promotores del arte y la literatura en la capital zuliana. La muestra estuvo conformada por 67 obras de 34 artistas con variada trayectoria: algunos sin experiencia expositiva y otros con un recorrido incipiente. En septiembre de ese mismo año, el Salón experimental inauguraba en la Sala de Exposiciones de la Fundación Eugenio Mendoza, Caracas. En esta oportunidad, la exhibición contó con 66 obras de 31 artistas: la mayoría de quienes habían participado en la muestra de Maracaibo repitieron la experiencia en Caracas, con algunas excepciones de creadores que solo estuvieron representados en una de las dos muestras. Aunque se suele decir que el Salón experimental fue una suerte de remontaje de Espacios vivientes, lo cierto es que la selección de obras fue diferente en ambas muestras, algo que explicaría el cambio de título y la pertinencia de considerarla, más bien, como una secuela del primer evento.
El componente disruptivo del informalismo vino dado principalmente por su abandono de los paradigmas estéticos tradicionales: gestualismo de trazos vehementes, énfasis en la cualidad matérica de los pigmentos, uso de elementos extrapictóricos y una deliberada disolución de las formas servían a la voluntad de expresar la angustia existencial tanto como los procesos inconscientes del creador a través de recursos como el automatismo. Supuso un punto de quiebre no solo porque cuestionaba el abstraccionismo geométrico predominante en la escena plástica nacional sino por sus implicaciones sociopolíticas en el marco de una época de gran inestabilidad, violencia y desaliento que incluyó años de dictadura y de incipiente democracia. Antes o después, algunos de los participantes en Espacios vivientes y Salón experimental formarían parte de grupos artístico-literarios vanguardistas como Sardio (1955 o 1958-1961), Apocalipsis (1955-1958), 40 grados a la sombra (1962) o El Techo de la Ballena (1961-1968), que mantuvieron cierto grado de militancia política a favor de las ideologías de izquierda. No es de subestimar la importancia de estas dos muestras como eventos aglutinadores y el impacto que pudieron tener en iniciativas posteriores como El Techo de la Ballena. La cualidad pluralista del informalismo permitió, de igual modo, acoger no solo a quienes buscaban desarrollar una obra de carácter político o desmarcada del mito de la personalidad del artista, sino a aquellos interesados en la expresión primordial del ser o la libre exploración de la materia.
En esta última línea, Maruja Rolando exploró de modo consistente las posibilidades del nuevo lenguaje, tanto en su dimensión material como poética, otorgándole un matiz existencial propio. Había comenzado a pintar desde la premisa informal alrededor de 1959 y aunque participó en algunos de los más relevantes eventos nacionales e internacionales que convocaron a los informalistas venezolanos (incluyendo la Bienal de São Paulo), a lo largo de su trayectoria fue reacia a establecer vínculos radicales con cualquier tipo de agrupación o dogma artístico; algo que puede rastrearse, incluso, en su formación mayormente autodidacta. Su presencia en el movimiento tuvo gran coherencia, pues apostó por una forma de crear comprometida con el sí mismo y con el flujo espontáneo de su mundo interior. El período informalista de su producción pictórica, que se extendería aproximadamente hasta después de 1963, es considerado como especialmente notable. Los aportes de Rolando en el ámbito relacional no fueron menos relevantes, pues gracias a su intercesión[1] –en conjunto con Calzadilla– se incorporaron a Espacios vivientes y al Salón experimental las obras de José María Cruxent (con quien compartió taller entre 1959 y 1962), dando inicio a la trayectoria expositiva de un creador con importante presencia dentro del movimiento y, porteriormente, en El Techo de la Ballena.
En el texto del catálogo de Espacios vivientes, Juan Calzadilla –uno de los más decididos promotores del movimiento y quien escribiera la mayor parte de los textos sobre artistas trabajando en esta tendencia– esbozó una genealogía del abandono de la representación ilusionista desde el impresionismo hasta las primeras vanguardias del siglo XX. Su objetivo era fijar los antecedentes del informalismo, entendiendo éste no como una ruptura sin fundamento sino como consecuencia de un desarrollo sostenido del arte en relación con nuevos modos de mirar y de crear. La argumentación de Calzadilla evidencia el desconocimiento generalizado existente en la Venezuela de entonces acerca las tendencias del arte contemporáneo vigentes en Europa y Estados Unidos desde la postguerra y la necesidad por parte de los organizadores de dar contexto a una vía que se planteaba como alternativa a los lenguajes constructivos asociados al proyecto moderno e impulsados desde la esfera oficial.
Algo que no revelan los catálogos de ambas muestras son las características de las piezas participantes: registradas únicamente con sus títulos, no hay información sobre las técnicas o materiales utilizados, sus dimensiones, ni sobre cuáles de ellas eran tridimensionales. Las imágenes de estos eventos expositivos están particularmente ausentes de la historiografía del arte venezolano, lo que dificulta en gran medida una valoración más detallada. No obstante, en los medios impresos se habla de una “diversidad de manifestaciones”, lo que permite deducir que fueron reunidas las múltiples expresiones de lo que podía enmarcarse dentro de la categoría del informalismo: desde el tachismo y las exploraciones gestuales hasta los –¿posibles?– ensamblajes y creaciones heterodoxas a partir de materiales encontrados.
No cabe duda de que tanto Espacios vivientes como Salón experimental dieron visibilidad al movimiento informalista venezolano, contribuyendo a la creación de una escena alterna y abriendo la discusión sobre el proceso creativo a partir de nociones como el azar y la improvisación, que encarnaban la antítesis de la racionalidad abstracto-geométrica. Por otra parte, la presencia del informalismo en múltiples manifestaciones y soportes a lo largo de la década del 60 –desde la pintura y la escultura hasta la fotografía y el ámbito editorial[2]– revela el alcance que tuvieron las reflexiones sobre la propia ruina (física, social, política) y sus resonancias en la experimentación técnica: un ejercicio de autoconciencia acerca de la condición humana sin precedentes en el arte venezolano, tramado en igual medida por el desengaño y la liberación.
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[1] Ruth Auerbach. “Materia estética. Cruxent antológico, 1959-1975” en Materia estética. Cruxent antológico, 1959-1975. Caracas, Sala TAC, 2012, p. 8.
[2] Para estudios recientes sobre el informalismo en Venezuela cfr. Mari Carmen Ramírez, Tahía Rivero et. al. Contesting Modernity. Informalism in Venezuela, 1955-1975. Houston, Museum of Fine Arts; New Haven-Londres, Yale University Press, 2018; Sagrario Berti y Tahía Rivero La forma elusiva. Insurgencia y ruptura en el arte venezolano 1955-1975. Caracas, Espacio Mercantil, 2020.
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Documentos _ Archivo sucesión Maruja Rolando y Cinap-GAN:
Espacios vivientes [hoja de sala]. Palacio Municipal de Maracaibo, Maracaibo, 1960.
“«Espacios vivientes» se revelarán en Maracaibo”. En: El Nacional, Caracas, 4 de febrero 1960.
Salón experimental [catálogo de exposición], Sala de Exposiciones Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, 1960.
“Salón Experimental de «informalistas» en la Sala Mendoza”. En: El Nacional, Caracas, 18 de septiembre 1960.
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